
Técnica de imaginación emotiva
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¿En qué consiste?
La técnica de imaginación emotiva es una técnica conductista, cuyas bases se asientan en el condicionamiento clásico.
Hablamos de condicionamiento clásico– en términos generales- al tipo de aprendizaje que se da cuando un estímulo que, en principio era neutro-es decir, que no provoca ninguna respuesta-, llega a poder provocarla gracias a una asociación que se da con ese estímulo y otro estímulo que normalmente provoca una respuesta, ya sea fisiológica o emocional -. Por ejemplo: Si cuando vamos a comer nos llamasen con un silbato, y esta situación se diera en repetidas ocasiones, iríamos asociando el ruido del silbato (estímulo neutro) a comida. Por tanto, ante la presencia de un silbato puede ser que llegásemos a salivar o incluso sentir hambre (respuestas que suelen darse ante la presencia de comida o alimentos).
Más concretamente, la técnica de imaginación emotiva está incluida dentro de las técnicas de desensibilización sistemática (DS). Se puede utilizar de forma aislada o como parte de otra terapia más amplia como es el caso de la TREC (Terapia Racional Emotiva Conductual) de Albert Ellis, que incluye esta técnica como parte de su terapia.
Con la DS se pretende asociar un estímulo ansioso con una respuesta agradable: En ella se imagina una escena agradable, que causa esa misma sensación, siendo esta respuesta incompatible con un estado de ansiedad.
Por tanto, la técnica de imaginación emotiva tiene el objetivo de reducir la ansiedad que provocan ciertas situaciones o estímulos y así poder afrontar su vida de la mejor forma posible.
¿Cómo funciona y en qué consiste?
Lo que se hace con la técnica de imaginación emotiva es asociar un estímulo ansioso que nos provoca ansiedad y malestar, con otro estímulo de naturaleza agradable, por ejemplo una imagen o escena imaginada que genere bienestar en la persona. Esta imagen o escena genera en el sujeto un estado de calma que es incompatible con la ansiedad.
Así, al asociar estos dos estímulos podemos conseguir que cuando aparezca el estímulo generador de ansiedad, la persona sea capaz de imaginarse de forma automática esa escena agradable con su correspondiente respuesta de calma, y así reduzca o elimine por completo el estado de ansiedad inicial.
Para conseguir estos resultados, es necesario seguir una serie de pasos o protocolo:
- En primer lugar, determinar cuáles son los estímulos que ocasionan esas respuestas de malestar en el paciente.
- Posteriormente, deberán escogerse las imágenes o escenas (o únicamente una) que generen en el paciente un estado agradable y de tranquilidad. Debe ser algo muy potente (al igual que el estímulo ansioso pero a la inversa). Por ejemplo: un acontecimiento-bodas, cumpleaños-, una persona, alguien que admire, etc.
- Pasamos a la acción: IMAGINAR: Se le pide a la persona que, con los ojos cerrados y con el mayor número de detalles posible, visualice esa situación/persona agradable. Como anotación importante comentar que, hay que cerciorarse de la capacidad de la persona para imaginar. Puede ser que le resulte difícil, por tanto, previo a este paso habrá que introducir otro en el que se instruya al paciente en la tarea de imaginar.
- Introducimos el estímulo que evoca malestar. Dependiendo de la persona, habrá que ir haciéndolo lentamente o directamente. En ocasiones, las emociones y sensaciones generadas por dicho estímulo o situación son tan incapacitantes para los pacientes que se hace necesario subdividir el estímulo en otros que generen respuestas similares pero menos intensas para que, poco a poco, estas personas se vayan habituando y lo vayan asociando con la imagen agradable.
- Practicar y practicar, y… ¡ah! más practicar hasta que, finalmente, se dé la asociación entre el estímulo generador de malestar con el agradable. No es fácil, se necesita ser muy constante, ya que, además, es fundamental fortalecer dicha asociación para que a la persona le resulte mucho más fácil gestionar la ansiedad, el miedo y el malestar que le genera la situación en cuestión.
Como apunte final y muy importante, comentar que se trata de otra técnica más dentro de un amplio abanico de herramientas. Su eficacia depende de muchos factores y puede ocurrir que estos no se den o haya una serie de circunstancias que contaminen la intervención. Por este motivo es imprescindible que el profesional mire a la persona que tiene enfrente, se ponga en sus zapatos y aplique aquella práctica que considere que pueda otorgar lo antes posible el empoderamiento que necesita el paciente para encauzar su vida.
En ocasiones, lo que funciona para unos puede ser que no funcione para otros y hay que estar abiertos a esa posibilidad, y esto queridos míos no solo ocurre en el campo de psicoterapia y la psicología… Si no en todos los campos vitales.