Adicto o adicta a la comida

¿Es realmente la comida una sustancia adictiva? ¿Hasta qué punto esta afirmación es cierta?


Al cabo del día, son numerosas las ocasiones en las que podemos escuchar frases del tipo “soy adicta/o a X (azúcar, galletas, chocolatinas, pan, patatas fritas, frutos secos)” “una vez que empiezo siento que no puedo parar” etc.

Si te sientes identificado/a con algunas de estas afirmaciones, muy probablemente ya intentaste eliminar ciertos alimentos por completo o te hayas puesto a dieta. Es posible que hayas leído o escuchado algo donde se reforzó la idea de tu adicción y se te dijo que la única forma de controlarlo es no probar nunca(o exponerte a) tus alimentos “prohibidos”.

Es más, me atrevería a decir que estás sumergida/o en un ciclo en el que durante cierto tiempo logras evitar estos alimentos, y en un momento de vulnerabilidad los consumes y te sientes fuera de control. Quizá tengas un atracón, lo que refuerza la idea de “no se puede confiar en mí en presencia de este alimento”, apareciendo ese gran verdugo: LA CULPA, y el ciclo vuelve a empezar, así una y otra vez.

En el contexto social en el que nos encontramos, estamos expuestos continuamente a frases del tipo: “El azúcar es igual de adictiva que la cocaína”, “La grasa es adictiva”, “Los carbohidratos refinados son adictivos”, “La sal combinada con cualquiera de los anteriores es adictiva” etc., lo que genera un miedo excesivo por ciertos grupos de alimentos y trayendo emociones de rechazo o incluso frustración por “no poder comerlos”, y sintiéndose uno miserable “si cae” y los consume.

Estamos, en gran medida, condicionados por las costumbres y  reglas de nuestra cultura, es decir, por nuestra historia. En este caso aplicado a la comida, este condicionamiento hacia los  alimentos- que están ahí para nutrirnos y satisfacernos-hace que adquieran otras funciones que no tienen nada que ver con la alimentación.

Volviendo a la pregunta del inicio, sobre si la comida puede producir adicción, he de decir como punto de partida que no creo que haya que tratar a alimentos de la misma forma que las sustancias adictivas. No necesitamos las sustancias adictivas para vivir, mientras que no se puede decir lo mismo de la comida. Los alimentos que entran en la categoría de “adictivos”/”prohibidos” con frecuencia son los que socialmente usamos para celebrar, o los que más gozo nos dan. Estos alimentos están presentes muchas veces a lo largo del día, y debido a ello, habrá muchos escenarios que se vuelven extremadamente difíciles: comer fuera, ir a reuniones o participar en celebraciones con otras personas. Y esto puede conducir a aislamiento social.

La teoría de la “adicción” a ciertos alimentos nos viene a decir que los alimentos altamente apetitosos (ricos en azúcar, grasa y sal) son “malos” por naturaleza, y afectan a la salud

Hoy día sabemos que esto no es cierto. Me explico:

La raíz del problema, no está en lo que se come o en la cantidad de comida, sino en la razón por la que se come (Poca tolerancia a la frustración, pocas habilidades para resolver los problemas, un mal manejo emocional, impulsividad, vida insatisfactoria o sin sentido). Es decir, queremos resolver alguna situación usando la comida, ya sea restringiendo, eliminando o reforzando el consumo de un determinado grupo/s de alimento/s.

Son nuestros patrones alimentarios y nuestros estados emocionales en torno a la comida los que tienen un impacto mucho mayor en nuestra salud que los alimentos por sí solos. Y el etiquetar alimentos como “malos” o “prohibidos” únicamente refuerza el miedo, un muy pobre motivador para el cambio sustentable en salud.

Además, existe evidencia científica detrás de la hipótesis de la adicción a la comida y de lo que acabo de comentar líneas más arriba: En ciertos estudios encontraron que el consumo de alimentos apetitosos (alto contenido en sal, carbohidratos y grasas), al igual que el consumo de sustancias adictivas, activa las vías neuronales de placer. Éstas son las mismas vías que se encienden cuando recibimos abrazos de personas a quienes amamos, y escuchamos música. Y muy probablemente no te sientes adicta(o) a los abrazos, simplemente sabes que son fuentes de gozo en tu vida.

Además, estos estudios reportan que en personas con cuerpos de mayor tamaño y ante la presencia de este grupo de alimentos, parecen tener menos receptores en las zonas del cerebro involucradas en señalar el placer, de manera que necesitan comer más para obtener el mismo nivel de placer que personas (habitualmente más delgadas) con más receptores.

Existe una respuesta exacerbada en la región de recompensa del cerebro cuando no hemos estado comiendo lo suficiente (p.ej. haciendo dieta) o cuando durante mucho tiempo nos hemos prohibido alimentos que nos encantan por pensar que “engordan”. Esto ocurre en respuesta a ver imágenes de comida, pensar en comida y consumir comida. Y resulta que la mayoría de las personas que sienten que son adictas a la comida tienen una historia increíblemente complicada de restricción y otras conductas alimentarias de riesgo. Es totalmente natural que su respuesta sea muy activa cuando “se abandonan” y consumen un alimento prohibido… y después se sientan fuera de control al comer.

Adicionalmente, los estudios disponibles claramente muestran que restringir la alimentación con la intención de perder peso y el simple hecho de preocuparse porque la comida engorde hacen que las personas ganen peso y disminuya el número y sensibilidad de estos receptores.

Por tanto, posiblemente estemos siendo testigos en esas  imágenes cerebrales de la respuesta NATURAL a la comida en un estado de hambruna, y ante un indicador de adicción en absoluto. Sobra decir que la investigación en torno a la adicción a la comida es un campo nuevo, y hay muchas preguntas sin responder todavía.

Pero lo que sí parece claro es que la solución que podría prevenir un aumento de peso innecesario, disminuir la obsesión con la comida y disminuir la sobre ingesta compulsiva sería dejar de poner especial atención en dietas hipocalóricas o que restringen grupos de alimentos y centrarse en una alimentación donde se aporte al cuerpo lo que necesite cuando lo necesite, poniendo el punto de mira en la salud y no en las calorías y lo que es “bueno o malo”, “lo que engorda o no”.

Como conclusión: La comida no es adictiva per se, según mi experiencia y la literatura revisada. ¿Creéis que es posible encontrar a una persona que se reconozca como adicta a la comida que nunca se haya sentido mal acerca de su peso o su apariencia o aspecto físico, que jamás haya hecho dieta, que nunca haya estado expuesta a este contexto de miedo a la comida, y que nunca se haya sentido observada, juzgada, discriminada o sentenciada como efecto de su peso? Si existiera tal persona, quizá podríamos empezar a creer en la idea de que la comida es el problema.

Por todo lo que sé acerca de las dietas y ese descontrol experimentado tras el final de un periodo de restricción calórica (no solo por lo que he visto en consulta o leído, sino por propia historia personal), es más probable que esas conductas alimentarias “adictivas”, no sean más que el resultado de la prohibición, el estigma relacionado con el peso y una cultura que fomenta el miedo a ciertos alimentos.

Hay un abanico de gente que se han liberado de este sentimiento de adicción a la comida a través del proceso de sanar su relación con la comida y con su cuerpo, por medio de prácticas como atención plena y aprendiendo a comer, dándole al cuerpo lo que necesita de forma intuitiva. Estas personas pueden incluir todos los alimentos sin sentirse controlados por ellos, por tanto, descartamos la opción de la “adicción química”.

Son muchas las personas que he visto en consulta que, tras “darse permiso” a comer lo que sea que verdaderamente les apetece y aprendiendo a nutrirse y alimentarse de una forma eficaz y saludable, comienzan a tomar las riendas de sus propias vidas. Y es así cuando el poder que ciertos alimentos termina desapareciendo.

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